jueves, 12 de julio de 2007

Hoy respiro...pequeñeces


"Todo comenzó con una mirada. Ella se debatía entre el sopor del mediodía y lo apretado del autobús, decidiendo a cuál de las dos angustias rendir su humor; yo, en cambio, dejaba vagar la vista, perdido en mis aires, ajeno a lo que me rodeaba. Entonces, por encima de cabezas anónimas, sus ojos cruzaron los míos: “mirada con sonrisa, éxito rotundo”, sentenciaba Samuel en Mia Sarah. Robaban así mis ojos los suyos del malhumor; vanagloria de pavo real, pues, por haber sido artífice de un esbozo de alegría.

Ella siguió su senda, malhumorada, estresada vida estudiantil.

Mi camino me llevaba a otro destino no menos halagüeño: otra tarde de traducciones y pantallas, de sueldos ganados.

Sin embargo, aquella breve pequeñez regresó al recuerdo por la noche, trayendo consigo otros compañeros diminutos de mi sentir. En un haz de emociones encontradas, volvía a respirar segundos olvidados de aquel día: la primera sonrisa, nada más despertar de un sueño inconfesable...; la curiosidad infantil, por primera vez solo ante el micrófono, que me llevó a tararear y grabar para carcajada propia todo mi repertorio de canciones; la extraña libertad del anonimato, que hormigueaba conmigo cuando me detuve aquella mañana entre grandes muchedumbres que acudían puntuales al trabajo; un súbito mareo, satisfecho acaso, tras tres horas de intensa redacción; tedios amargos al pasar mi vista por delante de los prostíbulos de siempre, que ahuyentarían el deseo de todo hombre por aquellos maquillajes repetidos, por esas minifaldas idénticas, por esos ojos vacíos, en fin, por la falta de alegría en la lascivia; la risa acelerada, tras recibir una llamada inesperada; y compasión y cariño, después de cenar, para mi abuela, que se perdía absorta barbilla al cielo, como intentando escapar al pasado que se fue, contemplando el retrato de mi abuelo… Pequeños frascos, todos ellos, del aire más puro, aquel que pone las mayúsculas a la Vida, la Inteligencia, o el Querer, y que me regalaron esa noche el recuerdo de un día, que como tantas otras historias, comenzó con una mirada robada."
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Cuántas veces olvidamos los pequeños momentos, creyéndonos con derecho a pedir a cada día grandes aventuras anunciadas con trompetas y mármol y letras grandes y yo quiero y soy el rey del mundo. No, un día no puede ser sólo bueno, o malo, o triste o alegre; debe ser bueno, malo, alegre, triste, aburrido, alarmante, apasionado, nocturno, irónico, confiado, dinámico, anónimo, épico, y mucho más. Porque los días se nos dosifican en segundos. Porque hay muchos segundos por vivir, y muchas historias por contar.

Porque, como escribe Zafón, “sólo recordamos aquello que nunca sucedió”. En efecto, la memoria estricta es enemigo del poeta… Hay que difuminar los recuerdos, hacer que pierdan lo que los hace humanos y mortales, para poder convertirlos en montañas misteriosas a las que acudir cuando pica la nostalgia. Y jamás —jamás— podrán competir mi futuro coche, mi futuro banco o hipotecas venideras contra aquella chica, real o irreal (¿importa?) a la que durante unos segundos robé la sonrisa y la mirada…

Amén pues, amigo, a todas tus pequeñeces, que modelaron tus pasos hasta este preciso Aire que respiras.

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